Querid@s lectores, aquí les dejo mis pensamientos sobre este tema que nos compete a todos los que tenemos hijos. Son pensamientos más bien sueltos, me disculpan si no hay un hilo conductor muy claro, sólo quise expresar mi punto de vista y hacerlo como iba saliendo de mi cabeza:
El premio y el castigo impiden que el niño se forme un concepto propio, amplio y adecuado sobre lo que está bien y está mal, a la larga terminarán "obrando bien" por miedo al castigo y terminarán repitiendo buenas acciones por la esperanza de la recompensa.
El niño debería tener libertad de aprender y moldear sus propios conceptos de lo que está bien y lo que está mal con base en su experiencia del mundo, con base a sus razonamientos creados en libertad de acto y observación. A menudo se confunde esto con "dejarlos hacer lo que quieran" o "no ponerles límites" cuando no es así. Los límites en todo caso deberían ser límites señalados con base a la seguridad del niño, al respeto por las cosas ajenas, al respeto por los demás, etc, lo que trato de decir es que los límites no deberían ser en ningún caso arbitrarios, sino producto de una causa real.
Cuando se castiga a un niño se le falta al respeto, se le enseña miedo y temor, no libertad. El niño aprende a portarse bien y a reprimir su naturaleza y su evolución natural. Y ni hablar sobre las penitencia que no tienen nada que ver con el comportamiento que se desea corregir: quitar al niño un juguete o algo de valor para él porque se portó mal es tan arbitrario y sin sentido que no puedo catalogarlo sino como conductismo mal entendido, si mi hijo se portó mal en el restaurante, gritó, tiró algo "al techo", etc y yo le quito un juguete especial para él como penitencia ¿alguien me puede decir qué relación tiene su comportamiento en el restaurante con el juguete? ¿Existe alguna lógica allí? ¿No sería más consecuente no volver a salir con el niño a un restaurante? Esa sería una consecuencia lógica de sus actos y no una acción arbitraria de mi parte y aun así debo tener absoluto cuidado de presentársela al niño como una consecuencia natural y no como un castigo, porque no lo es. No es lo mismo decirle:
"Te portaste mal, jamás te volveré a llevar a un restaurante conmigo, de ahora en más te quedas en casa con la niñera"
que decirle:
"No me siento cómoda con tu comportamiento en un restaurante, tu comportamiento no fue el mejor, pasé un mal momento, por eso creo que lo mejor para ambos es que no vuelvas a ir con nosotros al restaurante o nosotros lo evitaremos hasta que tengas edad para comportarte mejor"
La diferencia es grande. Lo primero es castigo, lo segundo es consecuencia natural, aun siendo lo mismo, la manera como se le transmite al niño es la diferencia entre crear en el niño una sensación de castigo, de humillación y entre encender en el niño la semilla para que él mismo comprenda el por qué de las cosas que suceden como consecuencia de sus actos.
¿Cómo queremos educar a nuestros hijos?
¿Queremos que se porten bien y hagan lo que deseamos porque nosotros lo decimos o queremos que ellos mismos lleguen a comprender lo que hacen y por qué lo hacen? Este último camino es más lento, claro, ¿pero a la larga cuál nos dará el privilegio de tener hijos mentalmente libres? ¿Puedes realmente crecer libre cuando temes al castigo, cuando obras bien por una recompensa? ¿Eso es libertad?
Yo soy consiciente de que no tengo el hijo modelo, el niño bueno que es blanco de la admiración de todos y también tengo claro que el camino fácil para mi hubiera sido el premio-castigo; si hubiese optado por ese camino a esta edad tendría un niño más aplomado y me sería muchísimo más sencillo llevarlo a comportarse como yo quisiera. Pero esa no es la educación que quiero para mi hijo.
Estoy consciente de que sin premios y castigos los padres tenemos que esforzarnos más y llevar una maternidad-paternidad más consciente, no ha sido sencillo para mí -ni para mi esposo-, pero simplemente no veo otra opción y con la misma convicción que muchos educadores dicen sobre los castigos "se puede, si se puede" yo digo "si se puede, pero no se debería".
Mi concepto de Dios
Otro tema que es también importante para mi transmitir como mamá es el concepto de Dios o ser supremo, cualquiera que sea. El Dios que yo quiero que mi hijo conozca es un Dios amoroso y compasivo, lejos del concepto de Dios justiciero que aprendí gracias a la iglesia, ese Dios que a unos los recibe en su reino y a otros los castiga enviándolos al infierno, ese Dios al que hay que temer (en la religión católica se enseña el concepto de "temor a Dios").
Bien, como referente primario que soy de mi hijo, no puedo transmitirle la existencia de un Dios amoroso que nos dio real libre albedrio, cuando yo misma lo premio y lo castigo de acuerdo a mi medida del mundo. Eso sería completamente contradictorio.
Mi objetivo es que mi hijo se forme por sí sólo un concepto elaborado y propio de lo que está bien y lo que está mal si tales conceptos existen realmente o sacar sólo sus propias conclusiones y lo haga con libertad (mental) de vivirlo y llegar por sí mismo a comprenderlo, sin coacciones y sin barreras del tipo "me porto mal, voy a la habitación, entonces me porto bien porque no quiero ir a la habitación castigado" sino: "me "porto bien" porque se siente bien portarse bien y porque me gusta, además lo aprendí por mi propia experiencia". El segundo camino tarda más, el primero es sencillo y fácil para los padres, es rápido, no da lugar a cuestionamientos por parte del niño, es efectivo ¡y nos cuesta tan poco! El segundo, requiere paciencia, coraje al qué dirán (estás expuesto a eso permanentemente), seguridad y una absoluta convicción en lo que se hace y fe en la autoregulación del niño.
Esto es fruto de muchas lecturas contrastadas (de ambas partes, defensores y detractores del castigo) y además de un profundo cuestionamiento mio desde el rol más importante de mi vida que es el de mamá. Mi orientación sobre este tema no es arbitraria y ha favorecido siempre el desarrollo natural y armonioso de mi hijo en lugar de favorecer por ejemplo, la aceptación social o la rapidez en los resultados, eso no me interesa ya que confio plenamente en la autoregulación del niño -con la guía de sus padres- y en la ausencia de coacciones externas para la crianza de un ser humano feliz y con alta autoestima.
Por todo lo anterior digo SI a la libertad y no a los premios y castigos. Y no me malentiendan, en la crianza en libertad HAY límites, sólo que como diría Carlos González, son límites consecuentes, nunca arbitrarios.
¡Gracias por leer!
Eli